domingo, 9 de octubre de 2016

De mi dispersión

Empecemos por lo primero. Y, en este caso, lo primero para esta entrada inaugural debe ser una pequeña explicación. Por ejemplo, del título del blog.

Soy traductora, española, errante chorlita desarraigada en busca de nido y con muchas aficiones. Y aunque parezca que me voy por la tangente, esta primera frase ya esconde todos los motivos. Sin ir más lejos, del "De" presente en el título del blog y en el de esta primera entrada. Dentro explicación: Como estudiante de traducción, el ingenioso recurso de comenzar un título con un "De..." fue uno de los primeros truquitos traductoriles que aprendí, allá en los gloriosos años de la universidad. Una anécdota un tanto fútil, sin duda, pero así es la memoria, que decide recordar este tipo de cosas mientras que olvida impunemente otras de tremenda importancia sin que podamos llegar a comprender el porqué. Sea como fuere, se ha decidido (he decidido) que todas las entradas retomarán este recurso con regusto algo pedante y, quizá, desfasado; pero, como es mi blog y me da en todo el punto, esta será su marca.

Ahora viene lo de la cabeza de chorlito. La expresión es bien conocida, creo que podría insultar la inteligencia de más de una y más de dos al extenderme en explicaciones sobre lo que significa, así que me las saltaré con su venia. Porque en realidad, el incorporarla en el título también obedece a motivos del corazón, aunque esta vez la referencia sea para mi abuela paterna, usuaria acérrima de esta frase para referirse a esa cabeza suya, y a quien de este modo quiero recordar. Porque las abuelas (y los abuelos) son la sal en la vida de cualquier niño. Y porque, por qué no decirlo, también tengo algo de esa cabeza de chorlito suya, lo que me lleva de nuevo al hilo del título de esta primera entrada.

Tengo un buen amigo con quien lo he hablado mucho, este tema de la dispersión. Dice que a él le pasa mucho, eso de saltar de un tema a otro, de cambiar de hobby cada poco tiempo, de no tener una gran pasión. Entre nosotras, yo creo que no le pasa ni la mitad que a mí... mi lista de intereses y aficiones, por las que paso siempre medio de puntillas, no termina: que si dibujo y pintura, que si guitarra y cante, que si política y feminismo, que si natación, footing y surf, que si clases de cocina, que si fotografía, yoga y chi kung... y que si escribir. Y seguro que me dejo alguna. Lo bueno es que de todo disfruto, mucho y sin grandes aspiraciones. Quiero decir, que no me molesta ser mediocre en estos ámbitos, que hoy en día parece que si no te dejas la piel en batir una mejor marca cada vez que vas a la piscina no vale la pena que lo hagas. Yo hago todas estas cosas por puro disfrute, algunas me salen mejor y otras peor, pero a ninguna le dedico más horas de las que me pide el cuerpo ni ninguna me roba el sueño. Y, sin embargo, con esto de escribir sí que me sentía en deuda. Después de todo, fue la primera. Mi primera gran afición, después de aprender a leer y devorar todas las novelas de literatura juvenil que mi madre me traía a casa. Aún recuerdo las historias que inventaba y escribía en mi adolescencia, cuando pasaba horas encerrada en mi cuarto, escuchando (ahora) clásicos del indie-pop en el viejo equipo de música que heredé de mis padres. Como soy traductora (empieza a sonar como un mantra ya) y paso tanto tiempo delante de la pantallita leyendo y escribiendo, estos últimos años me ha costado mucho trabajo volver a sacar el tiempo que esta afición mía merece. Pero, irónicamente, una leve enfermedad y unos días en cama han venido a devolverme una inspiración y unas ganas que temía que no volvieran a llamar a mi puerta.

No sé qué saldrá de aquí. Probablemente historias, reflexiones, paridas y divagaciones. Pero está bien como esté, pues, como con todo lo demás que os comentaba, solo espero disfrutar con ello.

2 comentarios:

  1. Se te ha olvidado una: auténtica siempre.

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  2. Dice Aristóteles en "Del alma" que el hombre (¡y la mujer, Aristóteles! :P) "... al igual que todos los animales
    terrestres que respiran, no puede oler a no ser que respire". De cajón. Pero digo yo que tampoco se respira de verdad si no se husmea un poco y se dispersa uno por los alrededores del alma, a ver qué olores encuentra. ¡Viva tu dispersión!

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