miércoles, 22 de marzo de 2017

De la melodía

Lleva meses nadando sin notar una gran evolución. Habitualmente, sesenta largos. Los días que está más cansada pueden ser cincuenta y los que tiene más energía, hasta setenta. En sus entrenamientos, cuenta los largos y mira el reloj. Piensa en la posición de los brazos, en mantener las piernas altas, apretando bien los abdominales. Hasta llegar a sesenta. Y luego, a estirar y a la ducha.

Un día se le ocurre comprar unos auriculares sumergibles con reproductor mp3 integrado, especiales para natación y practicar deporte, y empieza a nadar con ellos. Ha grabado de todo; en la música es tan ecléctica como en sus otros gustos y aficiones. Y, desde ese día, la experiencia cambia. La piscina se convierte en una sala de conciertos y las sesiones de nado, en un videoclip en el que ella se desliza sobre el agua, impulsada por la música. Ahora, sus brazos entran en el agua al compás de la canción que suena en sus oídos, avanzando más o menos rápido en función del ritmo, como si bailara. Disfruta mucho más de una actividad que antes ya le gustaba y su mente divaga con mayor libertad. Los pensamientos vienen y van, a su libre albedrío, como en una sesión de meditación.

Es en ese momento cuando cae en la cuenta de que ha dejado de contar. La meta ya no son los sesenta largos, sino esos cuarenta minutos de intimidad entre el agua y ella. Ella, el agua y la música. Y sus pensamientos. Y su baile acuático. Y su cuerpo avanzando, rápido, creando pequeñas olas a su paso que le hacen sonreír. Y la sensación de libertad. Ya no cuenta, ahora fluye. Todo, gracias a la música.

Y en su vida, como en el deporte, también está intentando dejar de contar. Solo es cuestión de encontrar la melodía que la impulse... y dejarse llevar.

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